Hoy es el 25º aniversario de la Convención de los Derechos del Niño de la ONU, pero ¿de que sirve la conmemoración si esos mismos derechos se siguen vulnerando día tras día? al menos, sí nos hace recordar todo lo que nos queda por avanzar.
El insolente atropello a los derechos de los menores es una
lacra, una absoluta miseria que debería avergonzar a este
mundo. Niños utilizados como moneda de cambio, para transportar droga, para empuñar armas y para trabajar. Niños y
niñas víctimas de abusos y agresiones sexuales, que adolecen atrapados en el círculo del maltratador, niños desamparados, sin padres, sin hogar, que deambulan por
las calles sin nadie que se preocupe por ellos, niños que mueren de hambre y de
enfermedades que tienen tratamiento.
En el Día Universal del Niño, gran parte de la infancia de este mundo llora, grita y se ahoga.Los adultos ensombrecen con sus miserias lo más puro del ser humano, la inocencia, envenenando el futuro de las siguientes generaciones.
Hoy quiero compartir un sentimiento que desde hace varios días martillea mi cabeza. Ni siquiera sé porque escribo sobre esto, en realidad no lo he comentado con nadie, por un pudor incómodo, porque duele, porque muchas veces es más fácil no querer saber y mirar hacia otro lado.
Uno de los mejores momentos del día, es ver
como mi hijo se va despertando poco a poco, como levanta los bracitos y las
piernas para estirarse y cómo se dibuja en su cara una sonrisa de satisfacción,
cómo me mira con los ojos hinchados por haber dormido bien. Desde hace unos
días, cuando observo a mi hijo cada mañana o después de la siesta se me encoge el corazón, lo veo tan frágil, tan
expuesto a lo que cualquier persona quisiera hacer con él, tan confiado, tan cariñoso con todo aquel que se le acerca. No conoce la maldad y si una absoluta confianza en los demás. Por eso, si hay una cosa que no alcanzo a concebir es cómo alguien es capaz de querer hacer daño a un niño, sin más.
No dejo de pensar en ese bebé de la misma edad de
Nachete, que se despertó en un momento inoportuno por los gritos en su casa, sin entender, supongo que sin querer otra cosa que a su madre o a su padre, y que encontró la muerte por la ira del que golpea por golpear. Es abominable, inimaginable, vomitivo, pero esto ha ocurrido y seguirá ocurriendo en silencio, entre las cuatro paredes de demasiados "hogares" en el mundo.
Maldito seas, asesino.
No al maltrato infantil.
Valentina.
Maldito seas, asesino.
No al maltrato infantil.
Valentina.
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